El silencio de un amor perdido: una reflexió
- Jairo Andres Ambriz Pado
- 10 abr
- 2 Min. de lectura
Amar es una experiencia sublime, una conexión que parece detener el tiempo y transformar los pequeños momentos en eternidad. Pero también puede ser una prueba dolorosa, un recuerdo persistente de lo que pudo ser y no fue. En esta historia, dos almas que estaban destinadas a encontrarse en la plenitud del amor se ven obligadas a recorrer caminos separados. No fue por falta de deseo, sino por los errores que ambos cometieron, esos descuidos que lentamente apagaron la llama de lo que prometía ser un amor eterno.
Para él, el impacto es profundo. Aunque elige mantenerse al margen por su propia salud mental, sabe que ese alejamiento no es un acto de desamor, sino de supervivencia. Prefiere evitar cualquier comunicación con ella, protegerse de las emociones que podrían desbordarlo. Sin embargo, por las noches, su mente lo traiciona. En sus sueños la busca, la encuentra, revive cada caricia y cada mirada. Es un hombre que, en su lucha interna, intenta preservar la fachada de fortaleza durante el día, mostrando una templancia que pocos podrían imaginar. Pero detrás de esa máscara, las preguntas no cesan: ¿Cómo estará? ¿Pensará en él, aunque sea un instante?
La contradicción es desgarradora. Por un lado, siente el impulso irrefrenable de buscarla, de romper el silencio, de decirle que el amor que siente sigue vivo. Por otro lado, decide que el luto que lleva en silencio es su único refugio, su manera de seguir adelante sin exponerse a una herida más profunda. Esa resiliencia silenciosa lo define, transformando su dolor en una especie de homenaje personal al amor que perdió.
En esta dualidad, las palabras de Joaquín Sabina en “Así estoy yo sin ti” encuentran eco. La melancolía de vivir sin esa presencia amada, de seguir respirando mientras el corazón queda atrapado en el recuerdo, lo acompaña como una banda sonora invisible. "Sin tus uñas arañándome la espalda, sin tu mirada que mataba, veo mucho más que antes", dice Sabina. En su ironía, la canción captura esa lucha interna entre la ausencia y el intento de seguir adelante.
Amar en silencio, guardar el luto de un amor perdido, es un acto de valentía. No es fácil decidir mantenerse al margen, protegerse de los fantasmas de lo que fue. Pero, a veces, soltar es necesario. No como una rendición, sino como una forma de amor hacia uno mismo. Este hombre, en su fragilidad y fortaleza, en su melancolía y templancia, representa esa lucha universal que muchos han enfrentado: el desafío de seguir adelante cuando lo que más se ama queda atrás.
A pesar del dolor, su capacidad de amar persiste. En cada noche de sueños y en cada día de templanza, demuestra que el amor no se extingue, pero se transforma. Y aunque su camino lo lleve lejos de ella, el eco de su amor seguirá siendo parte de él, en silencio, como un susurro que lo acompaña.
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