La vida me ha despojado, uno a uno, de los pilares que sostenÃan mi existencia. Primero, mi madre, la primera voz que escuché, el primer amor incondicional que conocÃ. Luego, mi padre, la fuerza que me enseñó a caminar por este mundo. Después, mi esposa, mi compañera, mi refugio, el amor con el que construà una vida. Y ahora, mis hermanos, aquellos con quienes compartà infancia, sueños y risas, se han ido todos. Éramos varios… ahora solo quedo yo.
El peso de la ausencia es insoportable. La casa, las calles, los recuerdos… todo está impregnado de ellos, de su risa, de su voz, de los momentos que fueron y que nunca volverán. La soledad no es solo estar sin compañÃa, es sentir el vacÃo de aquellos que fueron mi historia, mi familia, mi sangre.
Si aún respiro, si aún camino, si aún miro hacia adelante, es porque Dios ha querido que permanezca aquà por mi hijo. En él deposito mi amor, mi esperanza, mi razón de ser. Porque aunque la vida me haya arrebatado tanto, aún me queda lo más valioso: verlo bien, verlo feliz.
Que el tiempo haga su trabajo, que el dolor encuentre su cauce y que, cuando llegue mi hora, me reúna con todos ellos. Mientras tanto, sigo aquÃ, con la única certeza de que, pese a todo, el amor que sembraron en mà nunca morirá.
コメント